Supuestamente ahora (y antes de la guerra tambien) son nuestros amigos
Malvinas 365/6: 2 caras
Durante el conflicto de Malvinas, USA se ofreció a oficiar de mediador entre ambos países en conflicto, cuando en realidad desde el día 1 sucedía otra cosa.
Ascensión.
El mismo día de la recuperación de Malvinas y a escasas horas que cesaran los disparos en las islas, Peter Carrington, Ministro de Relaciones Exteriores (Foreign Secretary) del Reino Unido, envió un cable cifrado a la embajada en Washington, señalando que la base en la Isla Ascensión podría ser utilizada en razón de la crisis existente (Carrington, 2 de abril de 1982). La idea era que aterrizaran allí aviones de la Royal Air Force transportando tropas, que se embarcarían en navíos de la Flota Real Auxiliar (RFA, por sus siglas en inglés) que los estarían esperando. Se solicitaba al embajador que informara al Secretario de Estado Haig (que aún no era mediador) sobre esa posibilidad de uso, así como se indicaba que se coordinaría con la Base Aérea (de la United States Air Force) Patrick lo relacionado con combustible y otros enseres.
Ese primer requerimiento durante el conflicto, y que Estados Unidos rápidamente aceptó (la confirmación llegó en menos de 24 horas), fue el primero de muchos relacionado con la isla. Ahora bien, la isla Ascensión es una isla británica en medio del Atlántico, cuyo aeropuerto fue construido por los estadounidenses en plena Segunda Guerra Mundial, durante el año 1942. Gran Bretaña no había perdido jamás la soberanía sobre la isla y, en relación al aeropuerto, si bien era administrado por los norteamericanos, un intercambio de notas del año 1962 (realmente, un tratado bilateral), permitía que aparatos militares británicos lo utilizaran libremente, solo debiendo comunicar el aterrizaje con antelación suficiente (24 o 72 horas) al administrador norteamericano.
En esa inteligencia, los británicos no necesitaban conseguir permiso para el uso de las instalaciones. Sin embargo, lo que efectivamente requerían, era ayuda para operarlas en forma efectiva. Es que, antes de la guerra, la única pista del aeropuerto Wideawake recibía un único vuelo de la Royal Air Force por mes (West Indian and Atlantic Department, 6 de abril de 1982), mientras que, para el esfuerzo bélico, se pensaba estacionar allí cientos de tropas, decenas de aviones y varios buques, amén que sería un punto de tránsito obligado para la enorme flota que ya había zarpado con rumbo sur.
Ya desde comienzos de abril, se entendía que “si se retiraran las instalaciones de reabastecimiento estadounidenses, las actividades de la Royal Air Force en Ascensión cesarían” (West Indian and Atlantic Department, 6 de abril de 1982), agregándose que el combustible estaba siendo proporcionado también por los norteamericanos.
Dado el consumo de combustible que tenían los bombarderos Vulcan, los reabastecedores Victor, los Nimrod, los aviones de pasajeros entrantes y salientes y los diversos helicópteros allí basados, buques tanque de la US Navy se estaba ocupando de llenar los depósitos de la isla de forma rutinaria, que entregarían la monstruosa suma de casi 21 millones de litros de combustible al finalizar la contienda
La cantidad de armas y equipos obtenidos resulta verdaderamente gigantesca, usualmente entregada en un tiempo mínimo. Trataremos a los misiles FIM-92A Stinger, y su proceso de adquisición por los británicos.
El misil, guiado por calor y lanzado desde el hombro, había entrado en servicio en 1978, para reemplazar a los más viejos FIM-43 Redeye (que, así y todo, se consideraban más fiables que los SA-7 del Pacto de Varsovia). El sistema podía considerarse el más avanzado del mundo en el año 1982, siendo su debut bélico el conflicto de Malvinas.
A principios de abril, Gran Bretaña ya había pedido informalmente una cantidad limitada de misiles, principalmente para ser utilizados por el SAS (Special Air Service), las fuerzas especiales del ejército británico. El misil se consideraba especialmente apto para misiones encubiertas, en tanto era considerablemente más efectivo (y mucho más liviano), que el Blowpipe que equipaba usualmente a las fuerzas. En ese momento, se evaluaba que “cualquier operación de asalto sobre Malvinas requeriría una inserción previa de fuerzas del SAS…para proveer, primero, información táctica para la propia Fuerza de Tareas y, segundo, realizar operaciones de sabotaje y similares antes del desembarco principal” y, para operaciones de ese tipo el Stinger “resultaba una mejor apuesta que el Blowpipe” (Gillmore D. H., 13 de abril de 1982)
Esta primera aproximación informal fue analizada por el Departamento de Estado norteamericano, informando que se requería tiempo para lograr una autorización al más alto nivel, pero, por suerte y por ser un escaso número el involucrado, no iba a requerirse la autorización del Congreso para proseguir. Con dicha respuesta, se planteó formalmente el tema de los misiles a Washington, negociaciones en las que estuvo involucrado el canciller británico. Sin embargo, la respuesta del día 15 de abril fue, nuevamente, que se necesitaba más tiempo para el pedido (Henderson, FCO Telegram no 703: Stinger, 15 de abril de 1982), especialmente teniendo en cuenta que el día anterior habían existido filtraciones acerca de la ayuda norteamericana que se daba a los británicos.
Los británicos, entonces, se desesperaron, considerando que el misil era “vital para el éxito en nuestras operaciones”. A todo evento, los británicos dejaron establecido que necesitaban los misiles para antes del 19 de abril, indicando los norteamericanos que, en todo caso, estaban dispuestos ellos mismos a trasladarlos al Reino Unido o directamente a Ascensión.
Fuente: IESE, Las superpotencias y Malvinas 1982
W/65-Promocion XXIII FAA ESFAE