Desarrollo nacional de la CYT
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Excelente entrevista..
Diego Hurtado: “El salto que queremos dar es importante”
El secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación del MINCYT habló con TSS sobre cómo la pandemia irrumpió y se incorporó a la planificación del ministerio. Cuáles son los ejes del Plan 2030 que presentarán el año que viene, los aprendizajes en los que se apoyaron para el diseño de una agenda de producción de conocimiento y los desafíos socioambientales a los que deberán dar respuesta.
Por Bruno Massare
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Agencia TSS – En octubre pasado se realizó el primer encuentro (virtual) de la Comisión Asesora para el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CAPLANCYT), con el objetivo de trazar los lineamientos para la elaboración del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030, junto con la presentación de un documento prelimilar. Este nuevo plan, que reemplazaría al ya expirado Argentina Innovadora 2020, “tiene que servir de guía para esta Argentina que queremos construir”, dijo el titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCYT), Roberto Salvarezza.En el diseño del Plan 2030 juega un rol clave Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación del MINCYT. Hurtado es doctor en Física, historiador, docente en la UNSAM y especialista en desarrollo tecnológico en países semiperiféricos. También fue presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) y parte del directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, hoy Agencia I+D+i.
En esta entrevista con TSS, agencia de noticias que creó y dirigió, Hurtado se refirió a cómo la pandemia impactó en el diseño de políticas para el MINCYT, a la importancia de la coordinación interministerial, a la deuda que existe en términos socioambientales y a por qué considera que lograrán llevar a cabo un plan que contiene objetivos muy ambiciosos.
¿Cuáles eran los lineamientos de políticas que tenían pensados para el MINCYT y cómo los afectó la pandemia?
Cuando llegamos teníamos algunas cosas bastante bien definidas. Teníamos un diagnóstico del plan Argentina Innovadora 2020 al menos hasta 2015, contábamos con trabajos específicos y tesis sobre los fondos de la Agencia y sobre el CONICET. Lo que hicimos entre 2016 y 2019 no fue solo resistir políticas del macrismo, sino también discutir lo que se había hecho antes. Con la recuperación del MINCYT, sabíamos que había que mejorar las capacidades de coordinación del ministerio, que se había encapsulado sobre sí mismo. La otra dimensión clave para nosotros es que debemos responder a la demanda, que no puede venir solo de otros ministerios, sino de la conexión entre lo que se defina en las políticas públicas y las agendas de las economías regionales. El concepto de demanda está en el ADN del plan Argentina Innovadora 2030, es lo que va a definir la agenda de producción de conocimiento. Queremos saldar el sesgo ofertista, que es una de las grandes debilidades de la región y tiene que ver con la dependencia cultural y económica. En la Argentina no tenemos ecosistemas preparados para procesar una parte importante del conocimiento básico y llevarlo a valor económico. Sobre esto nos ha dado un indicio el trabajo de Darío Codner. Entonces, ahí hay dos ejes para nosotros, casi hasta la obsesión: por un lado, el concepto de federalización, desagregado en las economías regionales, lo que a la vez supone el compromiso de los gobiernos provinciales. Y, por otro, las políticas públicas de los ministerios sectoriales que definan la primera demanda. Con esas ideas nos pusimos a trabajar en un documento preliminar y de repente apareció la pandemia. La reacción fue crear la Unidad Coronavirus y avanzar en la centralización de las capacidades científico-tecnológicas a nivel nacional, para ponerlas a disposición del Poder Ejecutivo.
¿Qué implicó eso?
Supuso reuniones y acciones de todo tipo. Por ejemplo, que el Ministerio de Salud nos pidiera que nos pusiéramos en contacto con la principal empresa de respiradores del país, Tecme, para ver cómo podíamos ayudar. Fuimos a VENG, empresa del sector espacial que depende de la CONAE, y por lo tanto del MINCYT, que tiene capacidades en ingeniería que no abundan en nuestro país. Juntas, en solo dos meses, lograron duplicar la producción. Tecme producía algo más de 200 respiradores por mes y pasó a producir 400 con una planta de producción gemela. Más allá de este ejemplo, el nivel de coordinación con el que se logró responder a la pandemia nos hizo pensar que no debemos perder este esfuerzo logrado. El concepto de coordinación hoy es clave, creemos que puede ser la gran marca de esta gestión.
“Con la recuperación del MINCYT, sabíamos que había que mejorar las capacidades de coordinación del ministerio, que se había encapsulado sobre sí mismo”, dijo Hurtado.
¿Qué cosas fueron postergadas por la pandemia?Durante tres o cuatro meses fue todo pandemia y algunos pocos recursos seguían con otras líneas, como transición energética, pero a media máquina. De a poco fuimos recuperando una agenda y podemos decir que la pandemia y lo que trajo de irreversible quedó incorporado al plan que estamos diseñando. El octubre logramos publicar el documento preliminar para empezar a trabajar en el proceso de construcción colectiva del Plan 2030. En ese documento plasmamos cuatro conceptos núcleo que lo articulan. El primero es el de Estado protector, que nos parece fundamental. El Estado tiene que ser emprendedor, coordinador tecnológico, pero también tiene que ser protector de los sectores más vulnerables. En segundo lugar, la sustentabilidad, entendida como socioambiental, porque donde hay impacto ambiental hay seres humanos. La tercera noción es la de territorialidad: la dimensión provincial y las economías regionales. Entendemos que la federalización no va a ser posible si no logramos el compromiso con la definición de las agendas de I+D de las provincias y regiones, de manera articulada. El cuarto núcleo, que está tomado de la CEPAL, de la economía del desarrollo, es el concepto de cambio estructural. Esto supone una agenda de producción de conocimiento que acompañe a un país que quiere salir del lugar de productor primario y que, para eso, debe cambiar su matriz productiva.
Algunas de esas ideas estaban en el Plan Argentina Innovadora 2020. ¿Por qué si no se logró antes deberían funcionar ahora?
Porque tenemos la experiencia y el diagnóstico. ¿Dónde hubo debilidades en el Plan Argentina Innovadora 2020? Antes hablábamos de los problemas de coordinación. Otro aspecto fue la capacidad para llegar a las pymes, por ejemplo, a través de instrumentos de política científica y tecnológica. Los instrumentos estuvieron en la Agencia I+D+i, como el FONTAR, y esto lo hemos hablado mucho con Fernando Peirano, su presidente, pero los instrumentos de financiamiento con los que se contó fueron escasos y el mundo de las pymes es muy heterogéneo. Claro que es fácil criticar con el diario del lunes, había que estar gestionando en un país que había salido del 2001. Yo prefiero hablar de aprendizajes y me parece que ahora estamos mejor equipados para hacerlo. Un ejemplo es lo que estamos empezando a hacer con la economía social. Estamos hablando de cuatro millones de personas que hoy están en la economía informal y que el proceso de industrialización más virtuoso que pueda generar nuestro país tendría grandes dificultades para incorporar a la economía formal. Entonces, hay que incorporar a la producción popular, o a la economía social, cualquiera sea el concepto que utilicemos. Por eso, estamos explorando el formato de lo que llamamos parques de producción social, junto con el Instituto de Producción Popular, que dirige Enrique Martínez, que serían el equivalente de los parques industriales pero para albergar empresas sociales. Entendemos que eso no se soluciona con un subsidio y después arreglate. La idea de un parque de producción social supone un espacio físico común, enclave territorial, infraestructura, organización interna, capacitación, una intervención mucho más sistémica sobre este sector.
¿Hay algún modelo que estén mirando?
Eso es lo que estamos explorando, qué características deberían tener en la Argentina estos parques. Es un modelo que aquí no tiene tradición pero sí la tiene en países anglosajones. Estamos trabajando en un documento para entender aspectos como qué funcionamiento tienen y cuáles son los compromisos del Estado, para ver cómo se podrían adaptar a nuestra realidad. Para eso también estamos en interacción con el Ministerio de Desarrollo Productivo, con Desarrollo Nacional y con el ANSES.
Alguien podría preguntar qué tiene que ver el Ministerio de Ciencia con la economía social.
Exacto. Tiene que ver con la idea de que el MINCYT debe poder generar agendas de producción de conocimiento y extensión, en este caso para la economía social. El MINCYT puede apuntalar e incorporar conocimiento en los parques de producción social. Esto mismo lo estamos trabajando para la economía formal, en el mundo de las pymes, junto con Desarrollo Productivo.
“En la Argentina, la orientación de proyectos por misión permite estabilizar instituciones”, dijo el secretario de Planeamiento y Políticas del MINCYT.
En el plan anterior había grandes metas cuantitativas, que no fueron alcanzadas, en aspectos como cantidad de investigadores por miles de habitantes e inversión en en el sector de ciencia y tecnología como porcentaje del PBI. ¿Esas metas estarán proyectadas?El plan va a tener otra lógica, va a estar orientado por problemas, no por metas. Se parte de cuáles son los grandes desafíos que se propone nuestro país para el año 2030. A partir de ahí, se definen agendas nacionales, provinciales y regionales. Transición energética o la mejora de nuestro sistema de salud, por ejemplo, son problemas que tendremos que atender. En cada uno de esos problemas se pueden poner metas cuantitativas. En energía, metas de emisión y de transición, por ejemplo. Pero una pregunta elemental es cómo va a ser la política energética argentina, qué tipo de tecnologías pueden producirse en el país. La política energética tiene que ser una política industrial y tecnológica, y entonces hay que entender dónde la Argentina puede ser competitiva con industria nacional. Entonces, partimos de definir problemas y los desagregamos en agendas nacionales y provinciales. En paralelo, aparecen las tecnologías transversales que nos ayudan a resolver esos problemas. A eso se suman los proyectos orientados por misión, un concepto que fue muy desarrollado por (Mariana) Mazzucato, pero que viene de los años ochenta y que tiene que ser adaptado a nuestra realidad. En la Argentina, la orientación por misión permite estabilizar instituciones, lo que se puede ver con claridad, por ejemplo, en el sector nuclear. Las metas ambiciosas ayudan a darle continuidad a las instituciones, a generar capacidades de coordinación, a trascender gobiernos y a garantizar la inversión pública.
¿Qué plazos manejan para la presentación del plan?
La primera versión tiene que estar para fines de 2021. Pero eso no significa que ahí se terminó el plan, sino que recién empieza, porque después vendrá una segunda versión con metas cuantitativas. Eso no podemos hacerlo ahora porque queremos hacer un proceso de construcción colectiva en el que primero los ministerios marquen los lineamientos de políticas públicas y después entren a tallar las provincias. Eso no significa que no estemos definiendo líneas, sectores y financiamiento. Por ejemplo, estamos destinando 5 millones de dólares del PICT 5, programa que viene del BID, a la producción pública de medicamentos. Nos sentamos con la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP) y con la Agencia, y les dijimos que queríamos apoyarlos en líneas de producción pública. Ellos hicieron durante meses un trabajo de rastrillaje y las definieron. Sin embargo, hay casos que encontró la ANLAP que no podemos financiar con fondos del BID porque son de modernización tecnológica. Así que fuimos al Ministerio de Desarrollo Productivo y coordinamos con la Dirección de Compre Nacional, que puede financiar modernización tecnológica en medicamentos. Entonces, acá hay algo que va a ser inédito: vamos a financiar con fondos sectoriales y con modernización tecnológica, con dos instrumentos que vienen de ministerios diferentes pero hacen foco en la misma meta, que es generar capacidades nacionales para producir la vacuna BCG, que la podemos producir en el país pero la importamos porque no alcanza con lo que se fabrica. Entonces, aumentamos capacidades de I+D para producirla, para cubrir el calendario nacional, dejamos de importarla y ahorramos divisas.
Para ejecutar un plan hace falta inversión. ¿Están esperando la aprobación del proyecto de ley en el Congreso para establecer un aumento progresivo de la inversión en ciencia y tecnología?
Para nosotros es una bendición la ley de financiamiento porque nos daría previsión presupuestaria y sabemos que iría en aumento. Entendemos que hay un consenso importante y que se va a aprobar, casi que diría que estamos contando con esa ley. Tener previsibilidad de incrementos puede ser crucial en la planificación. Pero eso es inversión pública, tenemos el desafío de traccionar la inversión privada.
Si se miran las curvas de inversión en el sector en las últimas décadas, la curva de inversión privada no sigue a la de inversión pública. ¿Cómo se cambia eso si no se logró en los años de mayor crecimiento?
Es una situación compleja. En la Argentina gobierna el Gobierno nacional y también los poderes fácticos. Hay un proyecto de país que no necesita de ciencia y tecnología, y que además reproduce conductas y culturas empresariales predatorias y cortoplacistas, que fugan en lugar de inverti. Todo esto en el marco de una economía extranjerizada. Por eso, necesitamos culturas empresariales que jueguen al proyecto de país que votó la gente y que sostiene la democracia argentina, que las hay. Necesitamos instrumentos y capacidades para generar metas comunes. Vamos a tener que hacer un esfuerzo muy grande, mucho trabajo interministerial, para poder avanzar en este sentido, es un problema multidimensional.
“Tenemos una economía extranjerizada en la que el impacto de la producción primaria es tremendo”, dijo Hurtado.
En cuanto a la inversión prevista en ciencia y tecnología en el Presupuesto 2021, si bien en términos nominales es un 40% superior, si se la mide en dólares es bastante exigua con respecto al gasto asignado años atrás. ¿En qué medida condiciona la planificación?Lo primero que quisimos mostrar es un rebote en la curva. El Gobierno está haciendo un esfuerzo enorme. Es una limitación, obviamente, ya que con mayor inversión podríamos ponernos objetivos más ambiciosos. Lo que sí está claro es que con el aumento presupuestario, más las señales que da el Gobierno y la capacidad de reordenarnos y volver a poner metas, alcanza para dar un salto en 2021. El plan espacial se está relanzando con una inversión de 18 millones de dólares, que para la NASA no es nada, pero para nosotros es algo que sirve para recuperar lo que estaba frenado. Reorientar, poner foco y relanzar instrumentos de financiamiento nos ayuda a volver a poner los motores en marcha.
¿Cómo van a enfrentar los desafíos ambientales desde el MINCYT? Hubo críticas al acuerdo porcino con China y al trigo genéticamente modificado, y también tendrán que dar respuesta a los cuestionamientos al impacto de la minería y los agrotóxicos.
Cuando llegamos no nos imaginábamos la relevancia que iba a tener el tema ambiental, que es otra de las asignaturas pendientes al año 2015. Tenemos una economía extranjerizada en la que el impacto de la producción primaria es tremendo. De ahí también la idea de Estado protector, porque el impacto ambiental se socializa sobre los sectores más vulnerables. El tema ambiental nos irrumpió como un tsunami que teníamos que poder enfrentar. Hoy en el gabinete está Carolina Vera, que es una referente del cambio climático, lo que no es algo menor. Lo ambiental es una variable fundamental y conflictiva, no solo para nosotros, sino para la mesa interministerial. ¿El Ministerio de Agricultura puede trazar una salida gradual de las peores prácticas ambientales del agronegocio? Agricultura se puede poner esa meta y diseñar incentivos, pero aparece toda una agenda de producción de conocimiento que debería poder garantizar capacidades de producción y regulación, y ahí juega el MINCYT. El Observatorio de Agroquímicos que impulsó el ministro Salvarezza es un ejemplo. Si hablamos de carne porcina, es un tema que viene evolucionando. Hubo una primera aproximación y ahí apareció el problema de qué tipo de granjas son sustentables en la Argentina y cuáles son los límites. Nosotros fuimos interpelados y tratamos de dar respuestas, es un debate que se está dando en el plano de las agendas de producción de conocimiento. Nos estamos sentando con Ambiente, con Agricultura, y saltan chispas, porque hoy la agenda ambiental relacionada con las formas de producción es problemática. Hay que pensar cómo se genera sustentabilidad en estas áreas y eso exige negociaciones. Muchos encuentran que esto va en contra del clima de negocios, ya que la sustentabilidad exige inversiones.
El plan que están diseñando parece más un plan de desarrollo que uno de ciencia y tecnología. ¿Tendrá capacidad el MINCYT para poner en marcha lo que se propone? Sin el compromiso de otros ministerios y de los gobiernos provinciales podría quedar plasmado solo en intenciones.
Es el riesgo de tomar agendas y compromisos vinculados con un proyecto de país. Nosotros podríamos ponernos como meta la publicación de papers. Es un trabajo político y es el principal desafío que enfrenta este ministerio. La pregunta supone la idea de que nosotros estamos jugando con un riesgo altísimo de no acompañamiento. Yo digo que no es tan alto el riesgo o, en realidad, nosotros estamos teniendo la percepción de que todo lo que va surgiendo como compromisos de agenda son cosas que se vienen trabajando, otras son diagnósticos y otras son deudas históricas. No minimizo el planteo, ya que las metas son muy ambiciosas en lo que supone de coordinación y acompañamiento de los gobiernos provinciales. Pero, por otro lado, hay una demanda muy fuerte de federalización, por ejemplo. Ahí es donde se conectan las dos cuestiones. Es un desafío que está abierto y dependerá de poder generar consensos y construcciones. El salto que queremos dar es importante.
https://www.unsam.edu.ar/tss/diego-hurtado-el-salto-que-queremos-dar-es-importante/
28 dic 2020 -
Y en este enlace un video de otra entrevista del mismo Diego Hurtado, larga pero vale la pena.. (esta ultima fue en el 2019)
https://agendarweb.com.ar/2020/12/18/diego-hurtado-hitos-del-desarrollo-de-la-ciencia-argentina/
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https://agendarweb.com.ar/2021/03/20/un-requisito-para-ser-un-pais-desarrollado/
Un requisito para ser un país desarrollado
20 marzo 2021, 05:40Fernando Stefani es vicedirector del Centro de Investigaciones en Bionanociencias (Cibion, Conicet), profesor titular de Física Experimental en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA. Hemos publicado otras veces sus reflexiones en AgendAR (ver en el Buscador: valen la pena).
Aquí comenta la reciente sanción de la la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Un paso necesario pero no suficiente para llegar a ser un país desarrollado.
«A pesar de la siempre abrumadora coyuntura, cada tanto la política argentina encuentra un huequito para dar un paso importante para nuestro futuro. Días atrás el Congreso Nacional dio uno: aprobó con amplia mayoría la ley de financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología. La norma establece un incremento progresivo de la inversión pública en investigaciones científicas y desarrollos tecnológicos (I+D) ligado al PBI, llevándola desde un 0,28% del PBI en 2021 hasta el 1% en 2032; Referencia: en 2019 esta inversión fue de 0,21% PBI, y tuvo su pico de 0,46% PBI en 2015.
Podemos pensar que con esta ley se resuelve positivamente el largo debate sobre si debemos o no invertir en ciencia y tecnología de manera planificada. Una excelente noticia. Sin este paso, necesario pero no suficiente, resulta estéril cualquier estrategia de crecimiento económico sostenido en el tiempo.
El planeamiento presupuestario definido por la nueva ley es importante por dos motivos. Primero, su proyección de 11 años es compatible con los proyectos de I+D. Proyectos cortos requieren unos años; ejemplos: validar una hipótesis sobre el mecanismo de una enfermedad, o modernizar una línea de producción. Proyectos más ambiciosos requieren una década o más; ejemplos: diseño, fabricación, aprobación e instalación de radares (Invap), o desarrollo, aprobación y comercialización de una nueva semilla (trigo resistente a la sequía del Conicet y la Universidad del Litoral). La nueva ley garantiza la necesaria continuidad por un lapso razonable, que deberá ser extendido oportunamente.
En segundo lugar, la ley establece una velocidad de incremento de la inversión. Para progresar, la Argentina necesita generar conocimiento e innovaciones a una cierta velocidad, superior a la que marcan los líderes. Se trata de una carrera por la economía global. Cada año, el mercado internacional se nutre de nuevos productos y servicios que apuntan a mejorar nuestra calidad de vida en todos sus aspectos: salud, alimentación, educación, vivienda, transporte, trabajo, comunicaciones, entretenimiento, etc. Estos nuevos productos y servicios se consumen en todo el mundo, pero se generan en abrumadora mayoría en los países desarrollados. Esto es así porque esos países son lo que cuentan con la capacidad de innovación. Para sostener su potencia económica, los países desarrollados invierten cada año una fracción mayor de sus PBI en I+D. El ritmo de este avance puede medirse. Los datos del Banco Mundial o Unesco muestran que, en promedio, los países desarrollados invierten cada año un 0,03 %PBI más que el año anterior. Esa es la velocidad promedio de los líderes: Estados Unidos va al 0,02 %PBI/año, Alemania al 0,04 %PBI/año. Los verdaderos países en desarrollo aumentan su inversión en I+D a un ritmo superior. Por ejemplo, China lo hace al 0,08% PBI/año. Corea de Sur va al 0,15% PBI/año, Malasia al 0,06 %PBI/año. Es una carrera. Si uno quiere ganar posiciones debe ir más rápido que los líderes.
La Argentina, con importantes altibajos, viene aumentando su inversión en I+D a un ritmo promedio de 0,01% PBI/año; tres veces más lento que los países desarrollados (ver gráfico). Venimos acumulando un retraso científico-tecnológico fenomenal. Es importante asimilar estas métricas comparativas con los países desarrollados y en desarrollo porque si no, desde el punto de vista de nuestro retraso, nos confundimos avances locales con estar en desarrollo. La nueva ley brinda una oportunidad para revertir esta tendencia condenatoria.
% PBI invertido en investigaciones científicas y desarrollos tecnológicos (I+D)
Para visualizar esta carrera por la innovación, el gráfico muestra la inversión en I+D en función del tiempo de algunos países de referencia. Mayor pendiente indica mayor velocidad de transformación. Como ejemplo de países desarrollados están Alemania y Estados Unidos. Como ejemplo de países en desarrollo, China y Malasia. Argentina y Brasil están estancados; Brasil en un nivel superior. China nos superó en los 1990, pasó a Brasil en 2002, y alcanzará a Estados Unidos en 2026. Malasia superó a la Argentina en el 2000 y a Brasil en 2005.
La inversión que cuenta en este análisis es la total, pública + privada, expresada como fracción del PBI; la fracción de la economía que se invierte en I+D. La nueva ley, desde luego, solo planifica la inversión pública. En la Argentina, la participación del sector privado es de un 20 a 30%. La proyección a futuro para la Argentina que se muestra en el gráfico toma la inversión pública programada por la nueva ley y asume una participación privada constante de 25%. Esto ya implicaría un cambio sustancial, aunque modesto para el nivel de retraso que hemos acumulado. Alcanzar a Brasil recién sería posible en 2035; Malasia aparece en un horizonte inalcanzable. Ni hablar China o los países desarrollados. Pero de aplicarse bien la nueva ley, la participación del sector privado debería crecer, dando como resultado una aceleración mayor.Un país en desarrollo se caracteriza por un proceso en el que la inversión total en I+D aumenta a una velocidad competitiva (0.06% – 0.15% PBI/año), y dónde la participación del sector privado crece. Corea del Sur, por caso, arrancó en los 1960s con una inversión 95% pública. Le llevó 30 años impulsar a su sector privado a invertir el 50%. Unos poco años después alcanzó la relación 75% privado – 25% público, que en la actualidad es la norma en los países desarrollados. Esta proporción responde a un balance entre el conocimiento científico generado principalmente con fondos públicos, y su demanda a través de tecnologías por el sector productivo.
El sistema científico se encuentra en un estado muy preocupante, con salarios de pobreza y enormes dificultades para trabajar. Muchos científicos, jóvenes y no tanto, buscan otros horizontes geográficos, virtuales (telemigrantes) o laborales. Sin dudas, parte del nuevo presupuesto debe destinarse a mejorar las condiciones laborales de los científicos en instituciones estatales, pero no debe limitarse a eso.
Para salir del estancamiento y las crisis recurrentes, la Argentina necesita que todas sus empresas sean cada vez más competitivas, que generen y comercialicen productos y servicios cada vez de mayor valor en la economía global. Para ello, deben innovar, convertirse en genuinos demandantes de conocimiento y tecnología. Y de nuevo, para que sea exitoso, este proceso de aprendizaje y mejora debe hacerse con un mínimo de velocidad. Si no, no reducimos nuestro retraso.
El sector empresario es donde se concretan las innovaciones. No hay que confundir una invención con una innovación. Una invención es una idea para un nuevo producto o servicio; en principio, la puede hacer cualquier persona, en cualquier lugar. Desde luego, con más conocimiento y creatividad se producen mejores invenciones. Pero una innovación es otra cosa, consiste en transformar una invención en un producto o servicio real, producido y distribuido a escala para la sociedad. No la puede hacer una sola persona, ni se puede hacer en cualquier lugar. La capacidad de innovación es algo complejo y cada vez más desafiante. Requiere de un conjunto de habilidades específicas para cada sector, que incluyen, además del dominio de tecnologías clave, conocimiento de regulaciones, mercadeo y prospectiva, captación de capitales, financiación, fabricación, logística, comercialización, y gerenciamiento de la innovación; en sectores estratégicos incluso de política exterior y lobby internacional.
Para la enorme mayoría de las empresas argentinas (y del mundo) es imposible reunir todas estas capacidades por sí solas. Tampoco las reúnen las oficinas o unidades de vinculación tecnológicas existentes en nuestro país. Los países desarrollados y en desarrollo cuentan con instituciones especializadas en esta tarea para cada sector productivo. Allí, las empresas del sector encuentran la tecnología y el asesoramiento profesional para poder innovar. La institución estrella de este tipo son los Institutos Fraunhofer de Alemania (80 centros especializados). Este esquema tiene una doble ventaja: 1) la inversión hecha en esas instituciones, que sería imposible de afrontar para una empresa individual, se amortiza entre muchas empresas del sector; 2) la capacidad de innovación se concentra en un sitio, el conocimiento se pasa de generación en generación, y el aprendizaje se aprovecha mejor; la experiencia hecha en un caso sirve para casos futuros.
En resumen, para que la inversión pública en I+D sea efectiva, requiere de una estrategia con lineamientos y objetivos sostenibles, en un clima desarrollo integral del país. Si no, será infructuosa y generará un crecimiento del sistema científico desacoplado de las necesidades de la sociedad, generando más problemas que soluciones. La inversión pública en I+D debe incluir estímulos a la inversión privada en innovación en diversas formas: incentivos económicos, facilidades regulatorias, y centros sectoriales especializados en innovación.
Si esto se hace correctamente, la inversión privada en I+D aumentará junto a la pública, y con el tiempo lo hará a un ritmo superior. Esto, a su vez, dará mayor competitividad a nuestras empresas, generando más riqueza, más y mejores puestos de trabajo, y mayor recaudación, permitiendo al Estado continuar aumentando la inversión pública en I+D. Se establece un círculo virtuoso donde la inversión pública se multiplica y permite el crecimiento sostenido. Esto puede parecer una sobre-simplificación, que ignora o subestima los obstáculos prácticos, pero no lo es. Se trata de definir un camino sostenible y con propósito. Los obstáculos aparecerán, pero si el objetivo está claro se sortean uno a uno. Una buena aplicación de esta nueva ley tiene el potencial de desencadenar un círculo virtuoso que impulse a nuestro país por un sendero de desarrollo en solo unas décadas.»
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Con este proyecto llevaríamos nuestro crecimiento anual a un 0.06% como el de Malasia? O calcule cualquier cosa?
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@marioc no me quedo del todo claro cuanto será el crecimiento, pero creo que sí
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Si el gobierno invierte el 3% del PBI en politicas de genero y el 0,28%, no esperemos que nos vaya mucho mejro que con Macri
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Debo confesar que luego de ese comentario me confirma que caí en el error de sobrestimar tu capacidad de intercambio con cierto grado de honestidad intelectual, luego de esa chicanas berreta, no mas que decir.
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En el presupuesto de politicas de genero se incluyo la AUH, jubilaciones, tarjeta alimentar y demas ayudas sociales por eso es ese porcentaje
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@marioc que enorme paciencia la suya, gracias.
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El Gobierno busca incorporar mil científicos a organismos nacionales
05 Agosto 2021 - 22:50
Cafiero y Salvarezza anunciarán un plan que incorporará mil científicos a organismos dependientes del Gobierno nacional.El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, junto al ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, anunciarán este viernes un plan que incorporará 1.000 científicos a los organismos dependientes del Gobierno nacional.
El plan, que se presentará a las 17:00 en el Centro Cultural Kirchner, también contempla un programa de 100 becas cofinanciadas con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
La actividad también contará con la participación de la secretaria de Gestión y Empleo Público, Ana Castellani, el secretario de Articulación Científico Tecnológica, Juan Pablo Paz, y el precandidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires del Frente de Todos, Leandro Santoro.
"El Plan de Fortalecimiento de los recursos humanos del sistema científico tecnológico, busca ampliar y mejorar las condiciones de las comunidad científica", señaló la Jefatura de Gabinete en un comunicado.
Además, el Gobierno indicó que "la apertura de los concursos para sumar 1.000 científicos y científicas al sistema también contempla la actualización del análisis de dotación, la elaboración de planes de mejora en carrera y política salarial y la recategorización de personal científico tecnológico en cada uno de los organismos".
Dentro de los 16 organismos relevados, que tienen dependencia directa de la Administración Pública Nacional, se encuentran: el CONICET, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), entre otros.
Se busca reforzar la seguridad de las fronteras y se presta atención al vínculo entre el gobierno de Luis Arce y el régimen de Teherán
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En el Gobierno crece la preocupación por el acuerdo suscripto en materia de defensa por Bolivia e Irán el año pasado. A la par del vertiginoso giro de la gestión de Javier Milei en política exterior, que no solo versa en torno a reforzar las relaciones con Estados Unidos e Israel sino que además viene aparejado de los virulentos modos del Presidente, en las áreas de Defensa y Seguridad analizan el rol que tiene la potencia regional que preside el iraní Ebrahim Raisi en la región latinoamericana.
A pesar de la virulencia con la que Milei se refiere a los asuntos de política exterior, y a la reiterada iniciativa de mudar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, en las filas de un sector del oficialismo reconocen que no es momento para generar un problema diplomático. El anuncio de Milei enfureció al grupo terrorista palestino Hamas. La canciller Diana Mondino buscó matizar el anuncio y dijo que se trata de una moción que podría llevar al menos cuatro o cinco años.
l Sistema de Inteligencia Nacional y el área de Defensa prestan atención a cómo evoluciona la relación entre el gobierno de Luis Arce y el régimen de Teherán. Uno de los acontecimientos que observan es la ruptura de relaciones diplomáticas que hizo Bolivia con Israel. Pero además miran de reojo la política militar boliviana y se preguntan qué efecto puede tener sobre la Argentina.
Irán y Bolivia firmaron a mediados del año pasado un memorándum de entendimiento para ampliar la “cooperación bilateral en el campo de seguridad y de defensa”, según informó en ese entonces la agencia estatal iraní IRNA. El acuerdo fue firmado en Teherán por el ministro de Defensa de Bolivia, Edmundo Novillo Aguilar, y su par iraní, Mohammad Reza Ashtiani. Los alcances y detalles del pacto firmado entre Irán y Bolivia no son públicos porque están protegidos por una cláusula de confidencialidad. Pero sí se conoció que Teherán vendió al estado boliviano una cantidad de drones y lanchas, entre otros elementos de equipamiento militar. “Hay mucha actividad entre Bolivia e Irán, Bolivia tiene una embajada con mucha presencia iraní”, dijo una fuente con trayectoria en áreas de defensa y seguridad a LA NACION.
Como parte de este contexto en el Gobierno recuerdan el incidente ocurrido hace más de diez años, cuando el expresidente de Bolivia Evo Morales recibió una visita oficial del entonces ministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi, que está prófugo de la Justicia argentina y acusado de ser coautor ideológico del atentado contra la AMIA, en el que murieron 85 personas en 1994. La Cancillería argentina presentó en ese momento una queja formal ante la embajada de Bolivia.
En el Gobierno consideran que se debe apuntalar la política militar para contrarrestar las posibles “amenazas terroristas” en las fronteras y esto lleva a sus funcionarios a querer ampliar las facultades de las Fuerzas Armadas. El ministro de Defensa, Luis Petri, trabaja en la modificación del decreto 727/2006, que reglamenta el accionar de las Fuerzas Armadas. Según supo LA NACION, busca que estas puedan intervenir y desplazarse a zonas de frontera para combatir el terrorismo y el narcotráfico. “Las Fuerzas Armadas tienen que poder trabajar más allá de las hipótesis de conflicto estatales y abordar las no estatales”, dijo a LA NACION un dirigente del Gobierno que sigue la iniciativa.
La modificación que busca promover Petri es sobre los denominados principios básicos del decreto que firmó Néstor Kirchner en 2006, cuando reglamentó y restringió el accionar de las Fuerzas Armadas. El artículo 1 de ese decreto estableció: “Las Fuerzas Armadas, instrumento militar de la defensa nacional, serán empleadas ante agresiones de origen externo perpetradas por fuerzas armadas pertenecientes a otro/s Estado/s, sin perjuicio de lo dispuesto en la Ley Nº 24.059 de Seguridad Interior y en la Ley Nº 24.948 de Reestructuración de las Fuerzas Armadas en lo concerniente a los escenarios en los que se prevé el empleo del instrumento militar y a las disposiciones que definen el alcance de dicha intervención en operaciones de apoyo a la seguridad interior”.
Y el mismo decreto clasifica: “Se entenderá como “agresión de origen externo” el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de nuestro país, o en cualquier otra forma que sea incompatible con la Carta de las Naciones Unidas”.
La Argentina y Estados Unidos buscan ahora posicionarse como aliados en materia de política internacional. La preocupación por el vínculo entre Bolivia e Irán es compartida y Brian Nichols, el secretario adjunto para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos que visitó el país la semana pasada, lo ratificó.
Consultado por LA NACION sobre si a Estados Unidos le preocupa este eje, en el que se encuadra, entre otras cosas, la flexibilidad para el otorgamiento de visas (en octubre hubo alerta de la facilidad con la que Bolivia emitía visas a ciudadanos iraníes) y la flexibilidad en la frontera, Nichols dijo: “La presencia de países como Irán en especial, pero Rusia o la República Popular de China es algo que los gobiernos de nuestra región debieran de evaluar si es conveniente o no”.
Y agregó: “Creo que en el caso de la relación con Estados Unidos- Argentina compartimos valores y preocupaciones de la presencia de actores preocupantes en nuestra región y solo digo que vamos a seguir a actuando y hablando a favor de nuestros valores, la seguridad de nuestros pueblos, y una colaboración en todos los ejes como buenos amigos y aliados”.
Como parte de este realineamiento y de la intención de ambos países de reforzar sus relaciones, hace poco más de una semana el jefe de Gabinete Nicolás Posse viajó con el interventor de la AFI, Silvestre Sívori, a Washington, para reunrise con el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William J. Burns. No trascendieron detalles de su encuentro, pero según reconstruyó LA NACION, los funcionarios argentinos fueron con la intención de conseguir que el gobierno norteamericano provea al Sistema Nacional de Inteligencia argentino equipos para mejorar la tecnología para realizar tareas de inteligencia. Las cifras de las expectativas son de al menos 50 millones de dólares, según supo este medio.
“Nos alejamos cada vez más de la frontera tecnológica y cada vez somos más pobres”)
11 diciembre 2020, 05:50
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En la cámara de Diputados está próximo de ser aprobado un proyecto que busca garantizar un aumento progresivo del presupuesto asignado a ciencia y tecnología. Propone que para el año 2032 la inversión estatal en el sector alcance el 1% del PBI.
Se espera que no haya dificultades para la media sanción de la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. La normativa deriva de la unificación de dos proyectos presentados por el oficialismo y la oposición. El proyecto parte desde una inversión estatal del 0.28% del PBI en el 2021 y establece aumentos sucesivos anuales para alcanzar la meta del 1% en 2032.
Sobre esto opina Fernando Stefani, investigador del CONICET y vicedirector del Centro de Investigaciones de Bionanotecnología. Stefani sostiene que en Argentina todavía “tenemos que comprender cuál es el rol de la tecnología y el rol de la ciencia en la economía” y que, si bien el aumento de la inversión estatal en ciencia y tecnología es algo positivo, resulta fundamental que se generen incentivos a la inversión privada en Investigación y Desarrollo (I+D).
-¿Qué % del PBI invierten los países desarrollados en ciencia y tecnología y cuál es tu mirada respecto a los objetivos de esta ley?
-Muchas veces nos comparamos con países desarrollados y obviamente las métricas de Argentina dan mal. Más importante que analizar dónde están parados los países desarrollados es analizar cuáles fueron sus trayectorias a lo largo del tiempo para desarrollarse. Lo que nosotros tenemos que hacer es establecer un camino de crecimiento económico sostenido en el tiempo. Cuando vemos qué hacen los países desarrollados, vemos que invierten cada vez más en I+D. Cuando digo cada vez más, hago referencia a fracciones de su economía, no solo más dinero, sino un porcentaje mayor de sus PBI. La razón por lo que lo hacen no es una cuestión cultural o la mera posibilidad, lo hacen para mantener sus niveles de bienestar.
Esto se puede medir. Una manera de medirlo es ver qué velocidad aumentan esta inversión expresada como fracción del PBI. Si uno mira los países desarrollados, eso es casi a un nivel constante de un 0,03% del PBI por año. Es un número muy chiquito, pero constante. Argentina al igual que otros países rezagados también invertimos más, tenemos idas y venidas, en el gobierno anterior fuimos para atrás, en el último gobierno justicialista fuimos para arriba, pero en promedio, si uno toma una serie histórica más larga, nos da que aumentamos a un 0.01%, tres veces más lento que los países desarrollados. Nuestras capacidades científicas y tecnológicas aumentan 3 veces más lentas. Nos alejamos cada vez más de la frontera tecnológica, nos alejamos de mejorar nuestra competitividad y cada vez somos más pobres.
Acá en Argentina la ciencia y la tecnología son temas desligados de la economía y la producción. Se considera la ciencia más como un tema cultural y a la tecnología como algo que se compra cuando uno la necesita y en general se la compra en el extranjero. Ese es el cambio de paradigma que tenemos que hacer. Tenemos que comprender que la ciencia y la tecnología tienen un rol vital en la economía. No existe ninguna estrategia de crecimiento económico sostenido en el tiempo que no tenga en su corazón a la ciencia y la tecnología.
¿Cómo entra esta ley en este panorama? Esta ley legisla sobre la inversión pública. Todos los números que dije recién se refieren a la inversión total de los países, la pública y la privada. En los países industrializados, aproximadamente el 70% de la inversión es privada y el restante es en el sector público. En Argentina esto se invierte. Tenemos una inversión total muy baja, que aumenta demasiado lentamente y es aproximadamente un 70% pública y un 30% privada. ¿Cómo pasamos de una situación a la otra? ¿Cómo hacemos que la inversión privada crezca más que la pública? Antes aclaremos que no es importante que sea privada porque sí, es porque la inversión privada te marca las innovaciones que se hacen en el sector productivo, las que verdaderamente van a impactar en la economía.
Esta ley plantea un incremento programado y a un ritmo mucho mejor que el que está haciendo Argentina, pero de la inversión pública. Es un avance muy positivo, pero tiene que complementarse con otra serie de políticas para incentivar la inversión privada en I+D.
-¿Cuál es la diferencia entre una innovación y un invento?
Muchas veces se confunde innovación con invento. Un invento lo puede hacer cualquiera. A vos o a mí se nos puede ocurrir una idea que, al menos hasta donde sabemos nosotros, no se no se le ocurrió a nadie. Eso es un invento. Una innovación es transformar una nueva idea o concepto en tecnología incorporada en un producto o servicio disponible para la sociedad. Y si se trata de un producto o servicio comercial, que esté comercializado a escala. Eso es mucho más complejo. Hacer innovación en serio es una tarea muy competitiva y compleja. Se requiere de capacidades específicas que no son ni las de un científico ni las de un empresario. Un científico y un empresario pueden hacer innovación, pero no es su rol natural. El rol de un científico no es innovar, es producir conocimiento y el de un empresario tampoco es innovar, sino producir y comercializar productos y servicios de un modo rentable. La innovación es justamente lo que une a estos dos mundos.
En Argentina hacen falta políticas e instituciones públicas de innovación mucho más fuertes que las que tenemos, mucho más competitivas internacionalmente que las que tenemos. Hacer innovación en serio es una tarea muy competitiva y compleja. En el mundo desarrollado la innovación se produce a través de instituciones muy profesionalizadas porque esto requiere habilidades y conocimientos muy específicos.
En Argentina no arrancamos de cero. Tenemos el INTI, el INTA, el INIDEP, por mencionar algunas instituciones importantes, pero que deben fortalecerse y modernizarse. Por caso, el INTI y el INTA fueron creadas en la década del 50 y han sido instituciones muy maltratadas a lo largo del tiempo. Hoy no tienen el poderío que deberían tener para poder ser competitivas en innovación internacionalmente. Tienen que ser fortalecidas enormemente, puede ser que sea necesario reestructurarlas para especializarlas por sector. El CONICET también fue creado en la década del 50, pero la manera de hacer producción científica no cambió tanto desde esa época, desde la época de Galileo que no cambió tanto. El método científico es el mismo. Cambia la tecnología, las maneras, pero no la esencia. En cambio, la innovación en el mundo ha cambiado enormemente desde la posguerra.
-¿Qué tipo de políticas se tendrían que aplicar para que el sector privado empiece a invertir más en I+D?
Nos faltan incentivos a la inversión privada. Las empresas argentinas, al igual que cualquier empresa del mundo, necesitan apoyo institucional para invertir en I+D, apoyo en términos de regulaciones, rentabilidad e incentivos. Todos los países desarrollados tienen un menú muy amplio de incentivos a inversiones productivas y de I+D. Eso es dinero que tiene que destinar el estado para fomentar la inversión en I+D. Muchas veces se argumenta que no hay dinero, pero cuando uno hace las cuentas y ve a qué tasa aumenta la inversión en I+D China, por tomar un ejemplo, vemos que desde hace 40 años China aumenta su inversión en I+D a un ritmo de 0.08% por año. O Malasia va al 0.06%. Si hacés la cuenta, el PBI argentino promedio del 2011 al 2019 da más o menos 550 mil millones de dólares. El 0.08% de esos 550 mil millones te da 440 millones de dólares. No es un número exorbitante. La fuga de capitales en nuestro país, es decir riqueza que se genera en Argentina pero que no es reinvertida en Argentina porque no se encuentran buenas oportunidades, viene siendo de miles de millones de dólares al año. Este es un problema constante que se incrementó enormemente durante el anterior gobierno. Por ejemplo, pasamos de unos 8.500 millones de USD en 2015 a un promedio 25.000 millones por año en el período 2017-2019. Si vos pusieras instrumentos que atraigan tan solo entre un 2 y 5% de ese capital para inversiones productivas con I+D, tendrías todo lo necesario para alcanzar metas de inversión en I+D competitivas. Hay que generar las condiciones para que esa riqueza en vez de irse se reinvierta acá en actividades productivas y de innovación, no en actividades financieras que no nos dejan nada. El problema de alcanzar una inversión en I+D competitiva internacionalmente no es uno de recursos económicos, es de política, hacen falta políticas y regulaciones para que se puedan dar de una manera positiva.
-Diste el ejemplo chino como un caso de un proceso de desarrollo iniciado en un país que no estaba en la frontera del conocimiento. Es una experiencia iniciada en el siglo XX. ¿En el mundo actual se puede iniciar una trayectoria similar viviendo en un mundo diferente?
Sí y no. Es un mundo diferente, donde las tecnologías y el conocimiento se mueven de una manera más rápida, pero manejar tecnología tiene tres partes: el hardware, el software y el brainware. El hardware son los aparatos e instrumentos, software son los procedimientos, códigos e instrucciones para usar esos equipamientos y por último, está el brainware, el saber hacer. Se necesitan las tres cosas, el hardware se puede mandar por correo, barco o avión, el software se puede mandar por una comunicación electrónica, pero el brainware no se puede transportar tan fácil. Eso está adentro de las personas. Trasladar eso de un país a otro no es sencillo. Requiere mover gente de un lugar al otro, capacitar, aprender, mandar al extranjero y que vuelvan. Hay que tener cuidado en decir que todo circula tan fácilmente porque no es tan así. Respecto a países que hayan iniciado procesos de desarrollo más recientes está Malasia. En el siglo XXI Malasia fabricaba baratijas, pero hace unos años que está en un claro proceso de desarrollo y en muy pocos años, sino cambiamos nuestra estrategia, la vamos a mirar para arriba.
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